El cayuco y la ondina

Publicado: septiembre 20, 2006 de elvenbyte en Musa Inquieta

http://www.cantabriaconfidencial.comEl cayuco se mecía suavemente sobre las olas del Atlántico, a sólo cuatro millas de las costas de Las Palmas. Pero Mumbutu no lo sabía. Habían partido más de cien personas desde Lompoul, al Norte de Dakar, y en la barca sólo quedaban cuarenta cuerpos, y de esos cuarenta, quizá sólo cinco vivos, entre ellos Mumbutu. Tantas ilusiones y tantos sueños, todo perdido. El senegalés no tenía fuerza ni para abrir los ojos, a pesar de que estaba despierto.

Era mediodía y el sol de Julio apretaba con fuerza. Al partir, todos sabían que sólo algunos alcanzarían costas españolas. Y que incluso al llegar allí, la tierra donde abundaba el trabajo y la libertad, no todos se quedarían. Tan sólo los que aún conservaran fuerzas para escapar de los gardasibles, los soldados españoles con uniforme verde que les meterían en un avión y los enviarían de nuevo a Senegal. Por eso había que escapar de ellos en cuanto pisaran tierra firme.

Mumbutu sintió los labios cortados y resecos. La lengua se le había hinchado dentro de la boca. La sed, más aún que el hambre, le atormentaba con furia las entrañas. Tentado estuvo de sumergir la cabeza dentro del agua y beber del mar, y lo hubiera hecho si aún le quedaran fuerzas para inclinarse sobre la borda. Durante la noche casi lo hace, pero le pareció ver luces en la distancia, así que no quiso moverse para que no oyeran el chapoteo en la oscuridad.

-¡Eh, tú! -le pareció oír junto a su oído-. Sé que estás despierto, así que no hagas como que no me escuchas.

La voz era melodiosa y suave, acuática, como si le hablaran dentro del agua. Sabía que la sed y el hambre turbaban la mente de los hombres más fuertes. Quiso desentenderse del espejismo, pero la voz insistía.

-¡Ah, ya comprendo! Crees que soy un espejismo o algo así, ¿no? -dijo la voz-. Pues no, soy real, así que préstame atención. No vas a tener muchas oportunidades más de salvarte.

¿Qué iba a perder por hacerle caso a un espejismo? De todas formas estaba prácticamente muerto, así que intentó abrir un poco los ojos, aunque fuera para cerciorarse de que en realidad nada le estaba hablando. Fue doloroso, al principio. El salitre, durante tantas horas, había hecho que los párpados se quedaran pegados, resistiéndose con fuerza a los músculos del ojo. Pero al final consiguió abrir el izquierdo, que era por el lado por donde le hablaban. Primero hubo sombras y reflejos causados por el sol en los granos de sal adheridos a su cara. Luego el mar fue cobrando forma ante él, y con el mar la criatura verde que apoyaba sus manos sobre la borda. Era una niña, o una mujer con cara de niña, del color turquesa del mar al atardecer. Su cabello apelmazado parecía un manojo de algas oscuras sobre su rostro. Los ojos almendrados, como los de los orientales, una nariz pequeña y una boca que apenas era una línea sonriente sobre la barbilla. Su piel era escamosa, pero no como la de un pez, sino más bien como la de una serpiente.

-¿Eres…? -trató de articular Mumbutu. Tragó saliba reseca y lo intentó de nuevo- ¿Eres…, una si…, sirena? ¿Eres…, real?

Su voz era ténue, casi gutural, en comparación con la de aquella criatura marina que le hablaba. Se dio cuenta de que no sentía temor ante ella. Quizá porque estaba seguro que era producto de su mente recalentada por el sol. Además no tenía fuerzas ni para asustarse.

http://giosiracconta.altervista.org-No…, por favor…, ¿una sirena? Qué va -dijo ella haciendo aspavientos, como si le resultara ofensivo-. Soy una ondina, ¿es que no has oído nunca hablar sobre nosotras? Humanos…, sois unos ignorantes…

-Lo siento, pero no.

-No importa. Oye, ¿tienes algo para comer? Estoy un poco harta de los peces pequeñitos de por aquí.

-¿Crees… que me queda… algo para comer? -dijo el senegalés haciendo pausas para respirar-. Mírame. Ni siquiera puedo moverme.

-Sí, es cierto, estás en una situación bastante mala. Y además estás solo -respondió la ondina mirándose las uñas de una mano.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que todos los demás están muertos. ¿Es que no lo ves?

-No es posible… -dijo Mumbutu tratando de abrir más los ojos y de incorporarse para mirar, cosa que no consiguió, más allá de torcer sólo un poco el cuello-. Entonces…, está todo perdido…

-No, no lo está. Aún quedas tú con vida -dijo la criatura, mirándole fijamente.

El senegalés prefería no hacer caso a la ondina. Seguía pensando que era sólo producto de su imaginación, y si la creía, sólo conseguiría hacerse ilusiones para nada. Se estaba dando por muerto a sí mismo. Se había rendido hacía tiempo y no le quedaban ganas de luchar.

-Verás -siguió la criatura-. En realidad he venido a hacer un trato contigo.

-¿Qué clase… de trato?

-Un trato muy beneficioso para los dos -dijo la ondina-. Créeme. Quizá pienses que estoy tratando de aprovecharme de tu situación, y en realidad así es, pero eso no quita que siga siendo algo provechoso también para ti. De hecho creo que incluso tú saldrías ganando.

-Dime…, en qué…, consiste el trato -dijo Mumbuto, empezando a prestar algo de atención.

-Mira -empezó la criatura-, yo tengo el poder de llevarte hasta la costa y hacer que pases desapercibido para las autoridades humanas del lugar -Mumbutu asintió-. Una vez allí conseguiré que tengas la suficiente suerte como para que consigas un buen trabajo, y tengas todas las ventajas legales como si fueras de ese sitio…, conozco algo la política humana…

-¿Qué…, tendré que hacer…, yo? -dijo Mumbutu, que cada vez se sentía peor.

http://www.elpais.es-Cuando estés suficientemente bien situado, económicamente hablando, tendrás que escribir una historia. Sólo eso.

-¿Qué clase de historia?

-Una sobre ondinas -respondió la criatura.

-Pero…, no creo que pueda…, yo ya no…, hace tiempo que no escribo -dijo Mumbuto haciendo un esfuerzo.

-Pues tendrás que empezar a hacerlo otra vez.

-No sé nada de ondinas, más allá de esta conversación contigo…

El senegalés se removió inquieto en el cayuco. Cada vez todo le parecía más irreal. Las olas seguían meciéndole y el sol quemándole el rostro. Sentía sus manos hinchadas, le faltaba el aire y el estómago hacía tiempo que había desistido a la posibilidad de un alimento. Pero aún así, consiguió abrir un poco más los ojos y miró hacia donde estaba la criatura. «Qué bella es«, pensó.

-Lo tenía previsto -dijo la ondina sonriendo-. Cierra los ojos…

Mumbutu los cerró y en seguida sintió los dedos suaves y húmedos de la ondina posarse sobre sus sienes. Un agradable calor empezó a apoderarse de su cuerpo. Dejó de sentir hambre y sed, y un remolino azul cobró forma en su mente. Se dejó llevar por él, hasta que suaves imágenes marinas comenzaron a poblar sus pensamientos. Al principio sólo veía agua, paisajes marinos, peces y criaturas subacuáticas con formas que no hubiera creído posibles. La belleza submarina acarició su espíritu llenándolo de paz. Peces por aquí, corales por allá. Caballitos de mar, cangrejos, rayas… Al fondo un terraplén. Entre burbujas parecía que fuera conducido a través de aquella arena que se removía con su presencia.

Se dio cuenta de que su respiración era regular, como si en vez de agua sólo hubiera oxígeno en aquella masa azul. Miró por encima de él, viendo que la superficie quedaba muy lejos. Al bajar la vista le sobrevino un momento de vértigo. Bajaba veloz por el terraplén, y ante él se extendía una superficie llena de criaturas marinas. Tras la nube de peces, una ciudad.

Era muy extraña, y no sólo por estar debajo del agua, sino por la forma de sus torres y sus casas. Un palacio parecía dominar el centro de la urbe, con cuatro torres con enormes ventanas como burbujas. Las algas aparecían por doquier, dominando ventanales y terrazas. Era muy bella. Un lugar donde le hubiera encantado vivir. Pero había algo extraño. Apenas veía ondinas, pues aquella ciudad les pertenecía. Y las pocas que había estaban llenas de tristeza, como si todas hubieran perdido a alguien recientemente; Mumbutu podía sentirla a través del agua. Algunas de aquellas caras, a medida que se acercaba, le miraban extrañadas, pero en seguida pasaban a otra cosa. No entendía qué ocurría. Entonces, la voz de la criatura que estaba junto a su barca, volvió a hablar, esta vez dentro de su cabeza.

http://i25.photobucket.com-Lo que ves ante ti es la última de cientos de ciudades bajo el mar, donde hemos vivido durante siglos, alimentadas por vuestros sueños. Somos hadas, igual que las de la superficie, que también están a punto de sucumbir. Habrás oído que una hada desaparece cada vez que alguien se olvida de nosotras. Es cierto y está ocurriendo, desde hace años. La magia de la fantasía humana ha hecho posible que existiéramos, y su falta ahora está haciendo posible que dejemos de hacerlo. Por eso necesito que escribas una historia en la que se nos nombre, y así sepan de nosotras, y no nos olviden, para que dejen de desaparecer mis hermanas.

-Pero yo no tengo esa magia de la que hablas -dijo él sin abrir tampoco la boca.

-Todos los humanos la tenéis. Es algo inherente a vosotros -dijo algo enfadada-. Promete que escribirás esa historia y yo cumpliré mi parte del trato.

Mumbutu pensó que ya estaba muerto, pero que nada perdía con hacerle la promesa.

-De acuerdo, lo haré.

-Entonces, cierra los ojos de nuevo, y no te olvides de lo que has visto y de la promesa que acabas de hacer.

Cerró los ojos, como le decía la ondina, y cayó en un profundo sueño reparador. Cuando despertó se encontraba en una playa de arena negra, con un bosque de palmeras imponentes frente a él. Tenía hambre, aunque no mucha, y algo de sed también. Se puso en pie, dándose cuenta de que no tenía dolores, ni sentía su boca reseca. Recordó a la ondina y sonrió pensando que quizá habría sido sólo un sueño. Miró a su alrededor y no vio rastro del cayuco ni de sus compañeros. Quizá no había sido tal sueño, al fin y al cabo. Mumbutu salió corriendo hacia el palmeral, con una esperanza renovada.

Un año después, el senegalés estaba colocado en Barcelona. Le había costado llegar, desde Canarias, pero lo había conseguido. Trabajaba, gracias a sus conocimientos y su anterior profesión de maestro, como administrativo en una editorial. Tenía mucho tiempo libre, así que esbozó un borrador de su primer relato en España. Comenzaba así:

«El cayuco se mecía suavemente sobre las olas…«.

Fotos enlazadas desde:

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  • http://giosiracconta.altervista.org/
  • http://www.elpais.es
  • http://i25.photobucket.com
  • comentarios
    1. mentacalida dice:

      Me encantó tu blog,espero a la vuelta poder comentar como se debe.
      Un abrazo y gracias por tu visita.

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    2. elvenbyte dice:

      Gracias a ti por la tuya. Nos vemos.

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    3. nika dice:

      una realidad triste y, lamentablemente, cada vez más frecuente.

      saludos
      .
      .
      .

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    4. nika dice:

      cuando escribí el comentario anterior no había leído la historia completa, si bien la inmigración es una realidad compleja, me encantó tu historia, la magia que hay en ella y la manera en que está narrada.

      saludos
      .
      .
      .

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    5. elvenbyte dice:

      Así es, Nika. Por desgracia cada vez más frecuente, y es que encima hay veces que no sabes de qué lado ponerte. Creo haber entendido que en esta historia al final no hay lados que valgan.

      Gracias por pasarte.

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    6. Muy bonita la historia de la ondina y su demanda de ser recordada. Y, curiosamente, pide que le ayude a recuperar la fantasía humana a una persona que vive la más cruda realidad y se alimenta de sueños. Una de las cosas malas de nuestra sociedad es que está tan saciada de objetos y de tenerlo todo, que no siente necesidad de «lo maravilloso». Ya te enlacé. Saludos cordiales.

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    7. elvenbyte dice:

      Hola Isabel. Efectivamente, la idea era que fuera alguien que tienes muchas cosas en qué pensar y lo que menos en un ser de fantasía, además de tratar de hacer un poco de literatura social, de la que hablé hace poco en otro post. Me pareció interesante hacerlo en este tema.

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    8. Noa- dice:

      Que desesperación tan atroz debe invadirles para exponerse a perder la vida antes de seguir en la tierra que les vio nacer.

      Ssaludos

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    9. elvenbyte dice:

      Sí, estoy seguro de ello. No hay más que verles la cara cuando desembarcan. Tiene que ser muy triste.

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    10. almena dice:

      Preciosa tu historia, David.
      Gracias por tisitarme.
      Sí, te enlazo
      🙂
      un saludo

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    11. elvenbyte dice:

      Gracias Almena.

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    12. Beatriz dice:

      No voy a olvidarme de las ondinas ni de las hadas. Y espero que gracias a ella los humanos recuperemos la magia para poder resolver con cabeza y corazón los problemas como el de Mumbutu.

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    13. elvenbyte dice:

      Beatriz: Ojalá fuera tan sencillo como eso…

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