Un encuentro afortunado

Publicado: febrero 3, 2008 de elvenbyte en Musa Inquieta

El día que la conocí tuvimos un encuentro traumático, para ambos. La noche era lluviosa. Apenas era capaz de ver unos metros a través de la cortina de lluvia que golpeaba contra el parabrisas del coche. Las luces de los escaparates se reflejaban contra los cristales deslumbrándome hasta que salí del casco urbano en dirección al pueblo de mi madre. Aflojé un poco la velocidad y traté de disfrutar del sonido de las gotas sobre el techo del coche.

De repente ahí estaba ella. Vi su forma tirada sobre el arcén. Un bulto oscuro y mojado que me hizo frenar casi de golpe. Sentí cómo el coche resbalaba un par de metros en aquel asfalto grisáceo hasta que se detuvo. Puse la marcha atrás y me acerqué hacia donde estaba. Abrí la puerta del coche y salí de él sin importarme la lluvia, ni la noche sin estrellas, ni las ramas de los árboles que creaban formas grotescas con el seguro ánimo de asustarme, y obligarme a salir corriendo de aquel lugar.

Me acerqué caminando con prisa, corriendo, hacia el bulto. Antes de llegar vi que respiraba agitadamente. Me miró. Me miró con ojos tristes, desesperados. Un gañido llegó a mis oídos entre el ensordecedor ruido de la lluvia golpeando contra las hojas de los árboles. Me agaché y la toqué. Temblaba. Nunca supe si de frío, de miedo o de ambas.

Sin pensármelo la cogí entre mis brazos. Eso le arrancó otro gañido, supongo que de dolor. Sentí lástima por ella, y pensé que todo aquello no serviría para nada. La monté en el asiento trasero del coche y pisé el acelerador para dar la vuelta y volver de nuevo a la ciudad. Abandoné la carretera secundaria y no supe cómo llegué a las calles mojadas y al amparo amarillento de las farolas. La sentía detrás de muchas formas: su respirar agitado, su olor a perro mojado. Creo que se meó sobre los asientos, pero no me importó en absoluto.

No conocía a ningún veterinario en aquella ciudad. Nunca me había hecho falta ninguno, pero tenía que encontrar alguno. Parece mentira. Con lo que yo me había reído del tío del pelo afro del famoso número de teléfono de la tele. Y sin embargo me encontraron uno y me llevaron por teléfono hacia él. Me guiaron al único que debía haber de guardia.

Cuando entré en su consulta me quitó al animal de las manos mientras me miraba con ojos acusadores.

-¿La ha atropellado usted?

-No. Sólo la encontré -dije-. Estaba tirada en el arcén. ¿Cree que se pondrá bien?

-Ha perdido mucha sangre. Tendremos que esperar, pero haré lo que pueda.

-De acuerdo. Muchas gracias.

Sé que la estaba operando. Yo no aún no sabía lo que le pasaba exactamente. Sólo sabía que estaba herida y que no me iría de allí sin saber qué ocurriría con ella. Por supuesto no pensaba quedármela. Eso estaba totalmente fuera de mis planes. Pero no me iría hasta saber si iba a vivir…, o a morir.

No recuerdo cuánto tiempo pasó. Quizás fueron horas. Cuando salió el veterinario, secándose las manos recién lavadas y con una especie de delantal lleno de sangre, sentí un nudo en el estómago. Me puse en pie y le miré con ojos suplicantes.

-Vivirá -me dijo-, ha tenido mucha suerte de encontrarle.

No contesté. Seguí mirándole, agradecido. Nunca me había sentido tan agradecido con nadie. Pero esa calma duró poco. De repente no supe qué podía ocurrir a partir de ese momento. Me decidí a preguntar.

-¿Cree que tiene dueño?

-No es que lo crea. Lo sé a ciencia cierta. Lleva implantado un chip, como marca la ley.

-Entonces… -dije algo confundido.

-Tendré que llamar al dueño. Sus datos están en el chip.

-Claro… -no sabía qué decir-. Mire, cualquier cosa llámeme, por favor.

Le entregué una tarjeta y me marché. En lugar de ir a casa de mi madre, decidí volver a la mía propia. Al fin y al cabo no me esperaba nadie en el pueblo. Al llegar a casa me duché y me acosté pronto. No pude pegar ojo en toda la noche. Por la mañana decidí hacer de nuevo el camino y marcharme de nuevo al pueblo. La tormenta había terminado y el sol era radiante y limpio. Se respiraba oxígeno.

Juro que yo quería ir al pueblo, pero el coche se negó a obedecer mis deseos y me llevó directo al veterinario. Entré y pregunté por aquella perra abandonada y me dijeron que se la habían llevado hacía un rato. No podían darme los datos de los dueños, por tema de no sé qué ley de protección de datos…

¿Lograré olvidar todo esto? Y peor aún…, ¿lograré entenderlo?

Parece algo real, pero jamás ocurrió. A veces tengo la sensación de que hay historias que necesito contar. Y esta era una de ellas. No tiene corrección ningúna. Ni siquiera la he repasado. Es como si la hubiera escrito en un papel. No sé si trascenderá o no. No sé ni siquiera cuánto tiempo pasará hasta que pierda sentido o la olvide. Supongo que no mucho. Soy consciente de sus incongruencias, producto de la total y absoluta improvisación. Está escrita de una tirada…, en un rato de ganas y ya está.

Lo único que deseo, por encima de todo respecto al post, es que a alguien le guste. Más aún, que llegue al fondo del corazón, porque miles de perros son abandonados cada año. Muchos de ellos en estado lamentable, heridos, en cuerpo o en alma. Creo que ya sé por qué lo he escrito. Es por una perra que ha adoptado mi cuñada, a la cual pretendía no hacer ni caso, para no encariñarme. Me encariñé sin querer, en un par de días, de la última que pasó por aquí, y no quería que pasara con esta.

Sin embargo esta tarde me he sentido bien con la nueva inquilina, así que ya no hay vuelta atrás. He vuelto a caer donde no quería.

Imágenes enlazadas con Infojardín y Blog PUCP.

comentarios
  1. Nanny-Ogg dice:

    Si tu único deseo es que le guste a alguien, ya lo has conseguido, a mí me ha gustado y me ha emocionado. Y es que a mi este tema de los animales me pone muy sensible 🙂

    Yo creo que esas historias que salen de un tirón, son las mejores.

    Besos

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  2. calma dice:

    Tengo perra y gata David… así que te puedes imaginar…
    Sólo de pensarlo me pongo mala…
    Un beso

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  3. nani dice:

    A mí también me ha gustado y mucho. No soy muy amante de los animales,porque sé que me encariño y no les puedo cuidar, tengo alergia a su pelo, pero no entindo a quienes recogen un animal para tenerlo en casa y cuando se cansan lo tiran sin más. No somos consecuentes con nuestras propias desiciones y el resultado es este.
    Besos.

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  4. David dice:

    Nanny-Ogg: Gracias amiga, no deseaba otra cosa.
    Calma: Te entiendo perfectamente, yo tengo un perro.
    Nani: Estoy de acuerdo contigo. A veces lo comento con otras personas y llegamos a la misma conclusión: ya hay que ser malvado para hacer algo así.

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  5. joaninha dice:

    Geniál, me ha encantado, además me identifico mucho, he recogido un monton de perros y aún han quedao taitantosmil abandonados… menos mal que les pude encontrar dueño gracias a las benditas asociaciones.
    Precisamente ayer vi en la tele a la gente de El Refugio contando la historia de un cachorrito al que le habían arrancado las orejas… no quiero ni contar mas…

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  6. David dice:

    Joaninha: Estas historias me entristecen mucho… Lamentablemente ocurren cada día, y hay tanto que podemos hacer…

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