Juan José Millás, «Laura y Julio»

No siempre es fácil identificar el momento en el que surgió el chispazo del ingenio, el instante fundacional en la vida de un escritor. Sin embargo, Juan José Millás lo tiene tatuado en la memoria. «Fue a los 15 años. Cuando un día entré a casa de mi vecino y eso provocó en mí un efecto inquietante e inesperado». Le estremeció la similitud de los apartamentos gemelos, la posibilidad de pensar que, justo al otro lado del espajo del baño, podría estar él mismo lavándose los dientes. «Aquello me llevó a pensar en las relaciones espectaculares, en la diferencia entre lo real y lo imaginario. Una idea que ya no me abandonaría nunca».

Tanto es así que precisamente en esta frontera entre el original y la réplica, lo real y lo ficticio, dónde se desarolla el argumento de su última novela, «Laura y Julio» (Seix Barral). Un triángulo amoroso en el que el deber y el querer mutan con la misma facilidad que los afectos de los personajes.

Laura y Julio forman un matrimonio anquilosado en la rutina, que sobrevive gracias a un vecino. Manuel, que se ha convertido en una especie de hijo adoptivo. Pero la tragedia golpea a la pareja cuando Manuel sufre un accidente de tráfico que le dejará en estado vegetativo.

Los silencios,entonces, empiezan a pesar más que las palabras; las ausencias, más que las presencias. La acción se traslada al apartamento contiguo del vecino, ocupado por Julio, un trasunto de Manuel, algo estrambótico y bohemio. Tras un tiempo de suplantar la personalidad de Manuel, Julio termina por regresar a su verdadero ser. «Suele ocurrir que uno termina por conseguir aquel arquetipo, aquel objeto deseado y sucumbe a una especie de desencanto y nostalgia» puntualizó el autor.

Siempre ubicado en el terreno de lo irreal y en lo inverosímil de algunas situaciones cotidianas. Millás plantea una novela psicológica, que busca en la economía de elementos su fórmula narrativa.

Para el autor, sólo hay dos tipos de literatura: la que se plantea desde el punto de vista del hijo bastardo y la del hijo legítimo. «Siempre me interesó más la posición del bastardo porque es el único que se hace preguntas y es capaz de presentar algo interesante».

En ese mundo de espejismos y sombras, se podrá ver finalmente cómo el mal puede llegar a producir un bien o cómo sobre la mentira pueden edificarse realidades sólidas. En el fondo, «Laura y Julio» es una metáfora del mundo de nuestros días, «instalado en el lado fácil, en la especulación y en la copia».

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